El gesto de este hombre transportando a este niño a sus hombros nos permite interpretar que la escena se reparte entre el abuelo y su nieto. Un pequeño que seguramente irá deslumbrando por el camino con sus fantásticas ocurrencias, o quién sabe, si escuchando las historias que le cuenta su abuelo. La escena, que inspira ternura, nos traslada a una realidad frecuente hoy en día, pero que no sabemos degustar ni estrujar de la forma más intensa posible. Los pueblos ancestrales admiraban y respetaban a sus miembros más longevos, que se encarnaban en la historia viviente de la tribu y enseñaban a los más jóvenes la sabiduría que habían acumulado durante años. Eran como sabios sagrados. En nuestra cultura, avanzada y sofisticada al mismo tiempo, la persona de mayor edad queda relegada a un segundo plano. ¡No importa lo que diga!
Pero nos necesitamos, nos equilibramos, nos completamos unos a otros. Cada vez se incide más en el diálogo intergeneracional. La mezcla y diálogo entre personas de diferentes edades empapa, nos invita a estar atentos a los cambios de registro, nos facilita el aprendizaje. Es más lo que aporta un contacto intergeneracional que la energía que puede consumir. Debería institucionalizarse el diálogo y el contacto intergeneracional. Además de transmitir conocimiento, el acercamiento intergeneracional infunde emociones, genera hormonas y deja un poso agradable que dura un instante en disiparse. Intergeneracional significa fusión, aprendizaje mutuo y progreso.
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