
Pablo Casado (presidente del Partido Popular) saluda a inmigrantes en el Puerto de Algeciras el pasado 1 de agosto. © Jorge Guerrero (AFP)
El cinismo es una actitud que define a aquella persona que, a pesar de mentir o realizar acciones reprochables, sostiene y defiende lo que ha hecho sin vergüenza alguna, y a veces con cierto descaro. Las acciones cínicas tienen como protagonistas a personas que, sin ningún escrúpulo, actúan desde la estrategia buscando algún rédito personal o corporativo por lo que han hecho. El cinismo esta encuadrado en un vacío moral que sólo mira para sí y olvida el bien común. El carácter cínico se basa en una comprensión de la realidad fría, que no entiende de valores y principios humanos y reniega de la construcción de una sociedad más incluyente en la que se respeten y garanticen los derechos de todas las personas. En la Grecia del siglo IV a. C. existió una “escuela cínica”, representada por Antístenes, que criticaba la civilización por su forma de vida en cuanto que se alejaba de la felicidad que se encontraba en costumbres cercanas a la naturaleza. En los últimos tiempos esa interpretación viene capitalizada por una clase política que protagoniza episodios de cinismo, cada vez más frecuentes y descarados, que se distancian de su esencia más democrática.
Cinismo político son los gestos hipócritas como el de la imagen, que pretende visibilizar una postura de apoyo a los inmigrantes en el Mediterráneo, cuando horas antes y después de la foto, se reniega de una humana acogida y se ofrecen datos falsos. Cinismo político es ser capaz de sostener una mentira sobre hechos fraudulentos o corruptos cometidos en el pasado, a pesar de que las investigaciones corroboran dichos delitos. El cinismo político se representa por afirmaciones como que “el sentido ético del político está marcado únicamente por la ley”, despojándose de toda responsabilidad personal y profesional en sus acciones y consecuencias. Cinismo político es la puesta en práctica de una estrategia de marketing electoral carente de principios que persigue un puñado de votos basados en las soflamas y la agitación de las emociones. El cinismo político también se intensifica cuando se acusa de “buenistas” –concepto en auge– a aquellos líderes que persiguen una sociedad mejor basada en el respeto a los derechos humanos. Cinismo político es la “videopolítica” cuando algunas imágenes y gestos monopolizan la construcción del relato, simplificando la realidad y considerando a la opinión pública de ignorante.
La clase política está elegida democráticamente para servir a toda la ciudadanía, sin partidismos ni engaños. Las instituciones están representadas por personas que deben asumir ese servicio como parte de su vocación vital y profesional. Las encuestas nos dicen hace algún tiempo que se incrementa la desafección de la ciudadanía hacia la política, pero mientras la política ofrece cada día nuevos capítulos que agravan ese alejamiento. La ligazón se hila a través de la confianza que generan las actitudes de la clase política y algunas escenas plantan demasiados obstáculos en el camino que nos despejan ese tránsito. Imágenes como la del líder político alargando la mano a esos inmigrantes recién llegados, aunque alienten a los adeptos, no sólo reducen la confianza del resto de la ciudadanía, sino que abochornan, dan vergüenza y no ayudan a reconstruir esa desvinculación.
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