Empoderar o empoderamiento, de origen anglosajón –empower y empowerment–, significa hacerse fuerte, tomar las riendas de una realidad, adquirir un papel activo. Es una idea que se ha generalizado desde el siglo XX para referirse a una primera fase de la lucha que han protagonizado sectores en exclusión de nuestra sociedad, pero que se ha empleado con mayor profusión para calificar una actitud necesaria y comprometida de la lucha feminista. La subordinación a la que ha estado (y sigue) sometida la mujer en diferentes ámbitos de la vida ha requerido un proceso progresivo de toma de conciencia de esa injusticia y la necesidad de elevar la voz y emprender acciones de protesta como la que van a adoptar el próximo 8 de marzo con la “huelga de mujeres” convocada en todo el mundo por el movimiento feminista.
Hay que retrotraerse a Paulo Freire, en la década de los setenta del pasado siglo. En su libro Pedagogía del oprimido elabora una guía educativa que busca desterrar la vigencia del binomio opresor-oprimido. En ella aporta un auténtico manual de instrucciones con el que quiere dotar de luces y herramientas a los sectores más deprimidos que les permita superar la vulnerabilidad en la que viven. La conciencia de su desprotección y de su capacidad para cambiar esa realidad injusta, siempre en comunidad, está en el origen del empoderamiento que hoy conocemos.
Pero, inmersos como vivimos en la era de la información, el lenguaje y la posverdad; las sutilezas, los mensajes camuflados y las verdades a medias ocultan en muchas ocasiones el verdadero escenario y dibujan entre sombras el relato del poder dominante. Hay que escudriñar la realidad con paciencia y desbrozar el terreno de las malas hierbas para llegar a lo profundo y desenmascarar los mensajes confusos.
El pasado 1 de febrero la cineasta catalana Isabel Coixet afirmaba en El País Semanal que “odia la palabra empoderamiento”. Y añadía: “una mujer es una mujer fuerte. Convertirla en mujer empoderada es no acabárselo de creer, como tener que actuar para parecerlo”. Estas palabras pueden ser consecuencia de una experiencia muy determinada de la directora pero, probablemente sin esa intención, desvirtúan el verdadero sentido de este concepto. Empoderamiento es una idea muy potente. Empoderarse es recuperar una dignidad que fue arrebatada y ser conscientes de ello. Empoderarse es visualizar de cara a toda la sociedad que existe una injusticia sin cerrar y que las sutilezas con las que a veces se maneja esconden en origen esa desigualdad. El empoderamiento que ejercen las mujeres hoy es una muestra de que muchos hombres y mujeres en particular, y gran parte de la sociedad en general, han heredado en su lenguaje y en sus formas de actuar el modelo de sociedad mercantil, machista y patriarcal.
En una columna para olvidar de la misma publicación –Ojo con la barra libre– el pasado fin de semana, en un artículo exponente de esta herencia machista y ciega, Javier Marías reproducía algunos de esos tópicos viejos y trasnochados que corremos el riesgo de repetir. El escritor madrileño volvía a cometer el error de diluir la responsabilidad del poder del macho en las relaciones laborales con sus subordinadas –mujeres– al repartir culpas a diestro y sinestro, restando credibilidad a las denunciantes. Se pone una vez más en cuestión la versión de las mujeres y se defiende una justicia en la que las víctimas, sometidas a un doble ensañamiento, deben justificar con más pulcritud y rigor los hechos denunciados que lo que deben explicar sus malhechores.
Y es tal la polvareda que ha levantado este artículo, que una semana después –hoy mismo– en la contraportada de la misma publicación se provoca una entrevista con el mismo escritor en la que este afirma en el titular “Soy feminista de siempre”, que ahonda en las tesis de la semana pasada. Es un hecho puntual al que no merece dedicarle más espacio, pero es un ejemplo muy valioso de una ideología dominante que puede estar calando en parte de la opinión pública. En tiempos en los que algunas fronteras conceptuales se disuelven con facilidad, cierta ciudadanía se mueve por oleadas de opinión y por las voces de ciertos personajes públicos que mezclan negocio con ideología, mercado con valores y públicos con consumidores. Hoy y ahora sí es tiempo de empoderamiento. Empoderarse ante esta guerra de guerrillas y pequeñas batallas que se libran día a día, sobre todo en los mass y y en los social media.
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