Con las palmas de sus manos abiertas y expresión de resignación se presenta Mayuma Byantabo, de 46 años. Su historia es terrible. Cuando volvió tras un día de trabajo en el campo se percató de que su casa estaba en llamas y sus hijos se encontraban dentro. La aldea estaba tomada y no pudo acceder. Trató de huir, pero para cuando se dio cuenta, estaba siendo violada por un grupo de hombres que después la abandonaron. A los pocos días fue llevada a Bucavu para ser curada y allí es donde le comunicaron que había perdido a sus hijos, quemados vivos, y a sus padres. Cuando su marido se enteró de lo sucedido la abandonó y le echó la culpa de todo. De golpe se encontró sola en el mundo.
Desde que en 1994 estallara la guerra en Ruanda y produjera más de un millón de muertes en lo que se denominó un genocidio en toda regla, su país limítrofe no ha dejado de sufrir. En la República Democrática de El Congo (RDC) las escalofriantes cifras no han dejado de incrementarse. Se habla de más de cinco millones de fallecidos y casi medio millón de mujeres violadas. RDC se convierte en el país más peligroso del mundo para la mujer. Atraídas por esta situación, acuden las fotógrafas Isabel Muñoz y Concha Casajús, que acompañadas por la periodista congoleña Caddy Adzuba, componen esta colección de imágenes que denominan “Mujeres del Congo” y que hoy se expone en la Casa de Cultura de Okendo de Donostia.
Hace pocas semanas hemos vivido el Día de la Mujer reivindicando no perder los derechos logrados. Pero, en muchas regiones del planeta la realidad de la desigualdad es todavía una utopía lejana y difusa. Y mientras tanto, millones de mujeres soportan condiciones de vida infrahumanas, cargadas de la violencia y el desprecio con el que les tratan esas sociedades machistas, y en algún caso ancestrales. El Congo es uno de esos ejemplos vivos en los que la mujer sufre por partida doble la denigración del hombre y de la sociedad: en primer lugar, cuando sufre la violencia a la que está sometida; y a posteriori, cuando es culpabilizada por todos los males del que se les acusa. La consecuencia final es la de un colectivo amplio de mujeres que viven excluidas, como despojo de un modelo cultural que se encuentra a años luz de la plena igualdad.
Deja una respuesta