El crecimiento económico está lastrado por la gran desigualdad que sufren grandes regiones de nuestro planeta. La ONGD Oxfam se pregunta si es justo que unos pocos acumulen una riqueza que tardarían varias vidas en gastar mientras que millones de personas se afanan por alimentarse con lo mínimo o por llevar a sus hijos a la escuela.
Mientras unos pocos poseen rentas y posesiones desorbitadas, la gran parte de la ciudadanía de muchos países sucumben porque no tienen ni para comer o para vestirse. En 2016, el 1% de la población podría acaparar más riqueza que el 99% restante. La brecha entre ricos y pobres es un problema que obstaculiza en gran manera la lucha contra la pobreza en el mundo y supone una amenaza para la estabilidad.
La campaña de Oxfam insta a los gobiernos a garantizar la equidad de los sistemas fiscales asegurando que los que tienen más aporten más, invirtiendo el dinero recaudado en una fiscalidad que garantice los servicios públicos, garantizando empleos y salarios justos, garantizando políticas públicas orientadas a reducir la desigualdad entre hombres y mujeres, que su prioridad sea trabajar al servicio de la ciudadanía.
La desigualdad ha crecido en el mundo. La brecha entre ricos y pobres durante la crisis, no sólo no se ha reducido, sino que se ha incrementado hasta niveles extremos. Las 85 personas más ricas del mundo incrementaron su fortuna a razón de medio millón de dólares por minutos. La desigualdad no es inevitable, sino la causa de decisiones políticas que se pueden revertir.
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