Arantxa Tirado (La Marea)
Casi dos años exactos después del estrafalario asalto al Capitolio en Estados Unidos de América (EEUU) por parte de seguidores de Donald Trump, Brasil ha experimentado una performance similar de mano de ultras del expresidente Jair Bolsonaro. En ambos casos, se ha tratado de acciones de ocupación de edificios estatales emblemas de la soberanía popular, que son vandalizados por manifestantes de ultraderecha que alegan fraude electoral, negándose a aceptar los resultados que sacaron a sus líderes de la Presidencia de ambos países.
En un ambiente de exaltación y ondeando banderas patrióticas, los participantes se encargan de dejar constancia de sus acciones grabando los destrozos con sus teléfonos móviles, haciéndose orgullosos selfies, aparentemente inconscientes de las consecuencias penales de sus actos. Una historia en Instagram bien lo vale.
Además, cabe apuntar que, tanto en el ataque de Washington como en el de Brasilia, los asaltantes pudieron penetrar en el Capitolio estadounidense o en el Congreso, el Palacio de Planalto o el Supremo Tribunal Federal (STF) brasileños, gracias a la ayuda, activa o pasiva, de sectores policiales que deberían garantizar la custodia de estas instituciones. En el caso de Brasil se habla, además, de la responsabilidad de Anderson Torres, secretario de seguridad pública del Distrito Federal y hombre muy cercano a Bolsonaro, cesado de manera fulminante horas después de los hechos por el gobernador bolsonarista Ibaneis Rocha. Torres había sido nombrado responsable de la seguridad de esta unidad federal donde se encuentran los poderes de la Federación el 2 de enero, tras haber sido ministro de Justicia y de Seguridad Pública en el último año del gobierno de Bolsonaro. Pero la crisis […]
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