Fabrizio Burattini (vientosur.info)
El dato más sorprendente e inesperado de las recientes elecciones regionales del 12 y 13 de febrero, celebradas en las dos principales regiones del país –Lombardía, con la segunda ciudad de Italia, Milán, y más de 10 millones de habitantes, y Lacio, la región de Roma, la capital, con cerca de 6 millones de habitantes– fue la tasa de participación: un 41 % en Lombardía y un 37 % en Lacio, la más baja de la historia de la República.
Continúa la crisis de la democracia
La victoria en ambas regiones de la coalición de derechas (que obtuvo alrededor del 54 % en cada una) y el acceso a la presidencia de Lombardía de Attilio Fontana (Lega) y a la presidencia de Lacio de Francesco Rocca (un independiente nombrado por Fratelli d’Italia) era previsible, dado el éxito de la derecha en las elecciones nacionales del 25 de septiembre y la presentación en orden disperso de los partidos de centroizquierda. Las demás candidaturas quedaron a más del 20 % de distancia de los vencedores. En particular, los dos candidatos del Partido Demócrata (PD) cosecharon un 34 % en Lombardía y un 33,5 % en Lacio.
Fratelli d’Italia (FdI), el partido calificado de posfascista, ampliamente dominante en la coalición de derechas duras, se ha visto confirmado en su puesto de cabeza, con un 26 % en Lombardía y un 34 % en Lacio). No obstante, este partido también registra una pérdida sustancial de cientos de miles de votos en cada una de estas dos regiones. Teniendo en cuenta la elevadísima abstención, se trata por tanto de mayorías fundamentadas institucionalmente, pero que se apoyan en sendas minorías del electorado: el polo de derechas ha ganado, pero no cuenta con más del 20 % del electorado inscrito en Lacio y del 23 % en Lombardía.
En los medios y las tertulias ha tenido lugar un debate poco interesante sobre la cuestión de si estos resultados certifican o no que Italia es un país de derechas, si lo ha sido siempre y si ha pasado a serlo en los últimos años. En vez de esto […]
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