Esta semana hemos conocido a Amelia. Ha sido invitada para contar al alumnado universitario la situación del negocio de la prostitución, una realidad sórdida, silenciada y amparada por muchos poderes en nuestras sociedades. En plena semana de reivindicación y de lucha feminista por la igualdad, el negocio del sexo se convierte en una de esas injusticias sociales que sólo hace crecer la brecha de la desigualdad y aboca a miles de mujeres en todo el mundo al escenario de la exclusión.
Ella pudo salir de este ciclo siniestro. Su historia es un relato de contrastes y de superación. Amelia, como ex prostituta y activista feminista, representa la postura abolicionista de la prostitución. Y lo hace con conocimiento de causa, tras años víctima de la trata y de la explotación, deambulando por más de cuarenta prostíbulos de la costa mediterránea, en los que sólo le liberaba como persona su mirada al mar desde la ventana de su habitación.
Amelia Tiganus nació en la localidad rumana de Galati hace 36 años en el seno de una familia humilde y en plena caída del régimen comunista de Ceaucescu. Su vida cambió a los 13 años tras ser violada en grupo a la salida del colegio. Aquello marcó su adolescencia y parte de su juventud, y agrió su carácter. Como ella misma afirma, nunca podrá contar que disfrutó de esa etapa como una chica normal, con su vida, sus fiestas y sus amigas. Durante años ocultó el hecho a sus padres y el sentimiento de culpabilidad se acrecentó: “La sociedad, el entorno, las amistades te estigmatizan. Quedas victimizada y marginada”. Quería suicidarse, sobre todo para huir de una situación que no soportaba más. Ella misma se recuerda, en instantes que han quedado borrosos en su memoria, sentada a la orilla del Danubio, imaginándose sumergirse en sus aguas hasta desaparecer. Nunca llegó a hacerlo, pero quedó marcada.
Luego llegó el engaño, la entrada en los barrios oscuros de la ciudad, el contacto con los proxenetas y las ensoñaciones de una vida mejor en España. Promesas de un futuro con comodidades, dinero y seguridad. Su llegada a los prostíbulos de Alicante supone el desmantelamiento mental del glamour prometido. Allí se encuentra con otras tantas mujeres rumanas, muchas de ellas de su misma ciudad –Rumanía es uno de los mayores exportadores de ‘materia prima’ para la prostitución– que viven explotadas, víctimas de la trata, y sin mayor esperanza que la de sobrevivir sin sufrir más de lo establecido en este sistema infernal. Hace trece años logró escapar de ese mundo, pero sólo físicamente “porque aún a día de hoy, todos los días estoy saliendo de la prostitución, ya que las heridas psicológicas que deja son muy profundas”.
Para Amelia, la prostitución es un negocio basado en el sistema patriarcal enraizado en el neoliberalismo, en el que la mujer es la mercancía. A su costa, y en miles de prostíbulos que denomina “campos de concentración exclusivos para mujeres”, se oficializa un negocio que cosifica y mercantiliza a la mujer. Ella siempre se muestra harta de que se compare la prostitución con cualquier ocupación laboral, porque la humillación y vejación que sufre una puta no es comparable con nada. El negocio del sexo, basado en un sistema violento de dominio que genera desigualdad, banaliza y frivoliza la sexualidad.
La responsabilidad es múltiple, ya que al margen de los proxenetas, que se benefician personalmente de este negocio inmoral, los Estados se aprovechan de todo el dinero que mueve esta industria, que forma parte de ese trío oscuro junto al negocio de las armas y de las drogas, y del que obtienen cuantiosos ingresos. España es uno de los cinco países del mundo con mayor consumo de prostitución.
Pero también existe una gran responsabilidad en la “fabricación de puteros”, ya que la pornografía, lo que denomina el “marketing de la prostitución”, es una escuela de nuevos consumidores de sexo. En la pornografía se pueden visionar violaciones en grupo, vejaciones, humillaciones a la mujer… que luego se reproducen en la realidad. La pornografía embrutece a los hombres y crea una adicción creciente que, en muchos casos se integra en las necesidades y actitudes de las personas. Y casi siempre, es la mujer la que sale en el papel de víctima.
Hoy Amelia Tiganus, demostrando un empoderamiento admirable, recorre ciudades y pueblos difundiendo su testimonio y trasladando su opción abolicionista a diestro y siniestro. Ha recibido premios, la prensa le dedica espacios con frecuencia y, hasta Évole le entrevistó en su espacio televisivo. Pero, lo que más anhela es que la mujer no sea nunca más utilizada como un objeto desechable, en manos de un sistema machista que la culpabiliza y la emplea como mercancía generando un negocio inhumano y perverso.
La escuché en Donostia hace algún tiempo. Nos ofreció mucha materia para el pensamiento.
Merece todos los altavoces posibles.
Hau irakurtzen baduzu, Amelia, muxu bat eta eutsi💪💜
Eskerrik asko, Elixabete.
Horrela esango diot.