La dictadura que la era de la imagen ha ejercido sobre adolescentes y personas de todas las edades en las últimas décadas ha acabado por generar nuevas enfermedades mentales desconocidas hasta la fecha. Una de ellas es la dismorfia, el trastorno que brota en muchas personas cuando disocian su imagen digital de la real. La generalización de los filtros que se emplean para manipular nuestra imagen en el momento que publicamos una foto o una escena de nuestra vida y la «extimidad» exacerbada en un sector de la población ha multiplicado el número de casos.
Snapchat, Instagram, Tik-Tok y otras redes sociales son el instrumento que permiten, a través de diferentes aplicaciones, transformar nuestro rostro, hacer desaparecer las arrugas o impurezas de nuestra piel y presentarnos como seres perfectos, según los cánones de belleza instaurados en nuestra sociedad de la imagen.
En algunos casos, las consecuencias son evidentes: depresión, trastornos alimentarios, dificultades académicas, uso intensivo de la cirugía estética desde edades muy jóvenes… Miles de adolescentes sufren una situación que ni siquiera pueden identificar ni saben por qué se produce. Un trastorno que condiciona la vida de muchos que sufren estas dificultades desde el inicio de la adolescencia.
Para ello nace Dis-like, un proyecto que quiere facilitar las herramientas necesarias para reconocer, detectar y evitar este tipo de trastornos de la imagen personal derivados del mal uso de redes sociales y aplicaciones móviles. Y lo hacen a través del uso de las nuevas tecnologías, con la misma realidad virtual, y del teatro-foro.
Unido a unas charlas didácticas en centros escolares, utilizan una pieza de teatro para foro para exponer esta problemática que les afecta. Con la pieza teatral, sensibilizan a los ciudadanos sobre esta problemática y los dotan de las herramientas necesarias para buscar fórmulas para detectar, evitar y tratar esta problemática.
Ir a la iniciativa: Dis-like
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