En el desierto de Atacama se acumulan desde hace algún tiempo casi 30.000 toneladas de ropa usada que proviene del desecho de la gran cantidad de prendas de segunda mano que Chile importa cada día. Vestimentas fabricadas en China y Bangladesh y no vendidas en Europa, Estados Unidos y América Latina. El país sudamericano se convierte en el principal importador de ropa de segunda mano de América Latina.
La imagen resulta surrealista, incomprensible, desmedida y evitable. Pero a la vez, nos conduce a otra de las sinrazones del ser humano. Parece que sólo cuando la prensa nos presenta de forma abrupta y descontrolada algún signo de nuestro sinsentido es cuando percibimos la magnitud del desastre. El desierto de Atacama, situado en la región de Antofagasta, es uno de los más aridos y calurosos, pero también acoge alguno de los ecosistemas más ricos del planeta.
Según la revista Magnet, al año se fabrican 150.000 millones de prendas en el mundo, es decir, unas 62 millones de toneladas de ropa y complementos. Pero si las previsiones de crecimiento se mantienen, pasaremos en poco tiempo a producir 102 millones de ropa al año. A esto hay que añadirle que el 50% de la ropa que se compra acabará en la basura en menos de un año. De esta, casi 12,8 millones de toneladas en desperdicios acabará en vertederos de todo el mundo cada año. Y denuncia que quemar un kilo de ropa supone generar 1,36 kilos de dióxido de carbono por megavatio hora.
Por su parte, la industria textil necesitó, según el Parlamento Europeo, unos 80.000 millones de litros cúbicos de agua en 2015. Para elaborar una sola camiseta de algodón se necesitan 2.700 litros de agua dulce aproximadamente. La misma fuente señala que el lavado de materiales sintéticos, genera cada año unos 0,5 millones de toneladas de microfibras que acaban en los océanos. El lavado de ropa sintética representa el 35% de los microplásticos liberados en el medio ambiente.
Es verdad que, como otros sectores, el de la industria textil da de comer a millones de personas en todo el planeta, y sobre todo en países en los que la desigualdad es palpable. Pero este asunto de la ropa nos lo debieramos mirar. Es una cuestión que incide directamente en el futuro de nuestro planeta, pero principalmente en nuestros hábitos de vida de consumo acelerado que requieren un replanteamiento integral. La imagen de Atacama es sólo un grano de arena en el desierto.
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