Edward Snowden (Spanish Revolution)
La última semana ha sido difícil para mí y, sin embargo, solo puedo pensar en cómo ha sido esta semana y lo que traerá el futuro para la gente —el pueblo— de Afganistán.
Casi 20 años después de su comienzo a raíz del 11 de septiembre, la larga guerra en Afganistán, una de las grandes crueldades de mi generación, ha llegado inesperadamente a su esperada y trágica conclusión.
Ciertamente no me entristece ver que se acabe, pero es difícil evitar un profundo sentimiento de pesar por el error cometido. Cuando hablé recientemente con Daniel Ellsberg, señaló que ninguno de nosotros es completamente pacifista. Dan y yo estamos de acuerdo en que ciertas guerras están mal, pero si uno puede concebir una guerra «justa», o al menos una guerra menos injusta, hay formas incorrectas de luchar, y particularmente incorrectas formas de terminarlo. Ahora que lo pienso, también hay formas incorrectas de comenzar las guerras, es decir, negarse a declararlas.
La guerra en Afganistán no fue una de esas guerras, no fue justificable. Fue, es y siempre estará mal, lo que significa que irse es la decisión correcta.
Sin embargo, hubo un momento en que sentí ganas de coger a Afganistán por los tobillos y sacudirlo hasta que todos los terroristas cayeran, como escorpiones de una bota. La mayoría de los estadounidenses se sentían así, en el otoño de 2001, y yo no era diferente. Tenía 18 años y estaba casi equivocado desde el punto de vista competitivo […]
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