Las distopías están de nuevo de moda. Y lo están porque cada vez con más frecuencia presentan mundos que nos son demasiado reconocibles y cercanos. Cuando George Orwell publicó en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial su novela más identificable “1984” se adelantaba a su tiempo, avanzaba fragmentos de la civilización que estamos viviendo en estos momentos. Se acercaba a las paranoias que protagonizamos cada día desde nuestra pequeñez y se mostraba precoz a la hora de pronosticar su futuro. Se convertía en el Julio Verne del siglo XX y se adentraba en el XXI sin él saberlo ciertamente. Era un visionario.
Setenta años después un coronel de aviación, Ángel Gómez de Ágreda, se adentra en la filosofía que quiso plasmar Orwell en aquel intento apocalíptico y tecnofóbico de ficción. Pero lo hace desde la realidad de hoy, desde la aceleración tecnológica que disfrutamos y padecemos a la vez. Su obra “Mundo Orwell, manual de supervivencia para un mundo hiperconectado” reproduce los miedos y la lucha del periodista británico contra los totalitarismos, pero adaptados a los instrumentos y la estrategia de nuestros días. El “Gran Hermano” de Orwell ha llegado para quedarse y se ha aposentado en medio de nuestras costumbres, vicios y caprichos. El nuevo “Big Brother” no ha sido una estrategia de dominación impuesta por la fuerza a toda la ciudadanía, sino que ha calado por nuestra propia elección. Nosotros nos hemos metido en él. Se ha adueñado de nuestras vidas sutilmente y hoy sabe más de nosotros que nuestro compañero o compañera más cercanos.
El control de nuestra información, el trasiego de datos personales y privados que lideran gobiernos y marcas, la intromisión en nuestra intimidad, la invasión del hogar a través de múltiples dispositivos inteligentes como Alexa –estas navidades se ha disparado su venta– se convierten en el paisaje cotidiano del espionaje comercial y político al que estamos sometidos. En tiempos en los que la singularidad tecnológica y la inteligencia artificial requiere de otra reflexión, la responsabilidad se debe imponer en el debate social.
En las más de cuatrocientas páginas de este volumen se reflexiona sobre cómo nos afecta la tecnología en nuestras formas de relacionarnos, de ser, de expresar, de amar, de vivir… Como el propio autor advierte, no es un tratado sobre tecnología sino sobre nosotros mismos. Gómez de Ágreda sostiene que en el desarrollo exponencial de lo tecnológico, de lo instrumental, lo que verdaderamente está en juego es la identidad del individuo y el control que posee sobre los procesos y los instrumentos que le rodean y que él mismo ha creado. El autor sostiene que no somos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. Y en el fondo, lo que subyace de este argumento sobre el ser humano es el peligro que corre su propia libertad, que se puede estar perdiendo como nunca lo ha hecho desde la Ilustración.
En este libro trata también de desenmascarar los instrumentos más frecuentes de la manipulación informativa y la ocultación de la verdad. A través de la narración de anécdotas, sucedidos y episodios truculentos se atestiguan innumerables actos en los que la libertad individual y colectiva han corrido su riesgo. Cada capítulo del libro recoge su “manual de supervivencia” y las notas que añade el autor para actuar de una forma en la que la libertad pueda subsistir, y por lo tanto nuestra identidad perpetuarse una cuantas décadas más.
Muchas gracias, Juan. Se me había escapado hasta ahora esta recensión. Muy atinada, desde mi punto de vista.
La única precisión es que sigo siendo coronel de Aviación. Estoy todavía en activo.
Un abrazo.
Gracias Angel por tu comentario. Lo corrijo ahora mismo. Un abrazo
Añadimos en casa este libro a la cola de libros a leer, y dejamos caer ‘El enemigo conoce el sistema’, de Marta Peirano para quien le guste la temática. Saludos.