Rafael Bautista (rebelión.org)
Las crisis que se desarrollan en el mundo moderno, implicaron siempre la indicación de un reseteo, o sea, un “reinicio del sistema”. El reinicio consiste en volver algo a su “estado original”. Eso es algo recurrente en la historia de las crisis del capitalismo: volver al “estado original” como el paraíso sustitutivo de un orden sin contradicciones. Un orden sin contradicciones como “estado original” es, por supuesto, un modelo ideal inventado; pero un orden sin contradicciones no es un orden sino la inercia, y si la inercia (el automatismo del mercado o la competencia perfecta, por ejemplo) es la dinámica que impone todo “reinicio del sistema”, o sea, subordinar y forzar lo real a lo ideal, entonces las crisis ya no son un fenómeno accidental sino sistémico.
En la historia del capitalismo, las crisis fueron siempre anteladas por burbujas especulativas, como la primera burbuja de los tulipanes de 1636; desde entonces las crisis financieras no desaparecen, sino que son implícita y paradójicamente impulsadas por la mitología moderna del “progreso infinito” y el consecuente paradigma del “desarrollo”, para legitimar siempre, y únicamente, las expectativas capitalistas (la apertura de nuevos mercados y la generación de “nuevos campos de oportunidades” subsumen todo a disposición de las necesidades del capital, es decir, al crecimiento exponencial de su tasa de acumulación: una riqueza como resultado del despojo absoluto de todo lo que hay).
El siglo XX es el gran siglo del capitalismo, pero las crisis no desaparecen sino, más bien, se acrecientan. Se dice que, actualmente, estamos ante una crisis más grave que la “gran depresión” de 1929, que configuró el escenario de la segunda guerra mundial […]
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