El concepto que esconde detrás el término de origen anglicista “fake news” está copando la actualidad y describiendo una práctica demasiado habitual que llevan a cabo distintos agentes a través de los mass o los social media. Hace año y medio que este mismo blog se hacía eco por primera vez de este fenómeno que se convirtió en palabra del año 2016 para el Diccionario Oxford. Al hilo de la sesión sobre “fake news y periodismo de paz” en la que tuve la oportunidad de participar la pasada semana en la Universidad de Deusto con el prefecto ad interim de la Secretaría de Comunicación del Vaticano, Monseñor Lucio Ruiz, he podido ordenar mis ideas sobre el tema. En ella se conversó sobre el mensaje del Papa Francisco referido a este asunto en la LII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año.
A continuación, se enumeran una serie de anotaciones que pueden ayudarnos a delimitar de forma más completa y aclaratoria la idea de las fake news:
1. La posverdad, y en concreto las fake news que le aportan todo su sentido, no es un fenómeno nuevo. Es una realidad que convive en el mundo desde que existe la información. La posverdad es una forma de desinformación que se explica por el intento de intoxicación en la narración de una realidad concreta. Y esta es una práctica habitual que ha circulado desde siempre a través de los flujos informativos cotidianos, empleando diferentes técnicas de manipulación que han estudiado los autores más prestigiosos de la comunicación.
2. La publicación de noticias falsas tiene como propósito principal enturbiar el conocimiento de una realidad o de un acontecimiento hasta el punto de generar una capa de niebla informativa que acaba por darse como verdad y confundir al público. Las actuales fake news poseen la capacidad de ser plausibles y su difusión, en momentos muy concretos, persiguen el logro de algún objetivo político, económico o social determinado. Las hemos visto aparecer con intensidad en el proceso de referéndum de paz en Colombia, en la consulta del Brexit en el Reino Unido o en las elecciones presidenciales de EEUU, en las que fue elegido Donald Trump para ocupar el despacho oval de la Casa Blanca. En estos tres casos parece que jugaron un papel determinante en el resultado final que registraron las urnas.
3. La verosimilitud que se otorga a las fake news cala más fácilmente por su relación con estereotipos y prejuicios muy extendidos que la sociedad considera erróneamente reales. Son tiempos en los que la opinión predomina sobre una buena información y acaba por categorizarse como si fuera parte de la verdad. Además, estas informaciones aparecen asociadas, en momentos de alta tensión social, a sentimientos muy duros de enfado, rabia o frustración que la sociedad reproduce ante algún hecho dramático. El factor emocional juega un papel determinante en el apoyo y difusión masiva de estas noticias a través, sobre todo, de las redes sociales. La adhesión y el rol de agente multiplicador del público como receptor y posterior emisor de las fake news se produce por la vinculación sentimental con estos hechos que se ha generado en la audiencia. La proliferación de estas noticias están, entre otras cosas, persiguiendo la consolidación de un clima emocional favorable a una serie de postulados muy concretos en una parte importante de la opinión pública.
4. El efecto que ocasiona la socialización exitosa de estas fake news viene determinado por el vertiginoso ritmo al que se difunden y su dificultad para desmentirse. Nunca un desmentido se viraliza tanto y tan rápido como una falsedad. Y en esta trepidante velocidad tienen mucho que ver los instrumentos que se emplean para su difusión: las redes sociales. Todos somos, en parte, agentes activos en la viralización de estas noticias. Las redes sociales se caracterizan por dos elementos que son la esencia de su funcionamiento: la volatilidad de la información que circula y vemos en un scroll que empujamos con el cursor o con los dedos hacia abajo de forma compulsiva, y el anonimato en la autoría de muchas de las noticias que capturamos en dichas redes.
5. La viralidad de las fake news es más sencilla gracias a nuestro modo de interactuar en las redes sociales. El mejor caldo de cultivo para que el efecto multiplicador de estos hechos sea un éxito es nuestra forma endogámica de recibir y compartir información, casi siempre en entornos homogéneos y favorables a cualquier información que refuerce nuestra opinión, independientemente de su índice de veracidad. Esto hace que nuestra predilección por algunas noticias u opiniones se discierna más con el corazón que con la razón. Una de las causas de este fenómeno se centra en la escasa costumbre de verificación a través del contraste de las informaciones recibidas. Como ya diría Noelle-Neuman, en la generación de la opinión pública pesa más el miedo al aislamiento social que la esencia de lo que se esté difundiendo.
6. Habitualmente las fake news están diseñadas para desacreditar, faltar al honor, vilipendiar y herir a personas y colectivos, engendrando un clima de odio social que nada tiene que ver con el verdadero sentido con el que debiera asumirse la comunicación. Las redes sociales se han convertido en el disparadero por el que circulan calumnias, difamaciones e insultos sin ton ni son entre personas, amparadas en el anonimato, que encuentran en estos medios el parapeto perfecto desde el que volcar su falta de respeto y educación. Hemos trasladado nuestras discusiones de bar a las redes, con el importante salto cualitativo y cuantitativo que eso supone.
7. Parece que se consolida la idea de que la creación y viralización de las fake news en los últimos años no es una circunstancia casual. La implicación de importantes grupos de poder, gobiernos, multinacionales y lobbies sustentando las redes que promueven estas noticias falsas ha puesto en alerta a ciudadanía y a otros colectivos que se ven implicados, como víctimas de este mecanismo de desinformación. La sensación que genera, una vez más, un fenómeno de estas características es la gran desprotección, también informativa, con la que vive gran parte de la ciudadanía.
La generalización de las fake news, y por extensión de la posverdad, ha abierto un nuevo tiempo que nos invita, por lo menos, a reflexionar. Debemos replantearnos nuestro papel como público, audiencia de información y usuarios de las redes sociales. Un pensamiento que debiera ir encaminado a asumir nuestra parte de responsabilidad en el éxito viralizador de estas fake news, conociendo los mecanismos de su funcionamiento, educando criterios para formarnos un sentido crítico y adquiriendo la costumbre de contrastar lo que leemos y compartimos. Sólo con estos pasos estaremos poniendo un cierto coto a este fenómeno creciente.
Mila esker Juan. Oso interesgarria gaia eta ongi azaldua. Filosofiako nIre ikasleekin erabiltzeko baliagarria iruditu zait. Zer deritzozu?
Mila esker Jon. Testua zure ikasleekin erabilgarria izatea poza haundia ematen dit.