(Artículo publicado en El Diario Vasco)
El pasado 20 de octubre, la directora general de RTVE, Carmen Caffarel presentó en sociedad el código de autorregulación para la protección de menores en las emisiones de televisión y radio. Algunas de las pautas más importantes recogidas en este código son la clasificación de los espacios por edades, el establecimiento de un horario protegido para la infancia, la exclusión de contenidos que atenten contra la dignidad de las personas y el veto a los programas que incluyan comportamientos violentos, en relación con las drogas o de ocultismo, entre las 6 de la mañana y las 10 de la noche. Estas normas se aplicarán tanto a programas de radio, televisión, publicidad, televenta y promociones de las emisiones. El propio director de TVE se comprometió antes del verano a potenciar los programas infantiles y juveniles, ya que el clamor popular y las quejas han sido muchos. Parece que el cambio de gobierno y el nombramiento del comité de sabios han hecho variar, incipientemente, el rumbo de la televisión pública del Estado. En la misma línea, empiezan a despuntar espacios como “Padres en apuros” en La 2 o un concurso denominado “Cuentos solidarios” en Radio Nacional.
La consolidación, de la televisión en las décadas de los cincuenta y sesenta resituó la posición de los muebles y colocó al electrodoméstico –tele– en el centro visible y destacado del hogar. Paralelamente, el grueso del tiempo en el que las familias pasaban reunidas en la cocina se trasladó al salón. Al entrar en casa era lo primero que se encendía. Cuando todavía se contaba con un receptor de televisión por hogar, padres e hijos se reunían juntos delante del televisor al finalizar cada jornada. Pero, la televisión había sembrado de silencio los hogares. La televisión, en vez de promover el diálogo lo interrumpía, en vez de fomentar la comunicación entre padres e hijos, la impedía.
Hoy en día no podemos hablar en esos términos. El salto que se ha producido es cualitativo. Aquel temor se ha esfumado pero han aparecido otros. Ya no se puede decir que el ejercicio de ver la tele sea una práctica que realiza la familia unida. La multiplicación de aparatos y de la oferta televisiva han propiciado que cada uno elija el menú que desee en el momento que le venga en gana y desde la habitación de la casa que le resulte más cómoda. Los datos más recientes resultan por lo menos inquietantes, ya que, según destaca el Anuario de la televisión de la etapa 2002/2003 que realiza el Gabinete de Estudios de la Comunicación Audiovisual (GECA) los españoles ven cada vez más la televisión en solitario –un 44 por ciento-. Este porcentaje sube hasta el 50 por ciento si el canal que se ve es de pago. El apagón analógico que se espera para 2010 ó 2012 y la irrupción de la televisión digital va a multiplicar exponencialmente la oferta y las posibilidades que tenemos desde nuestra casa de elegir un espacio o un canal temático de entre los cientos de ellos que tendremos a nuestro alcance.
Sin embargo, el efecto que ha producido la instalación en nuestros hogares de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación que circulan a través de ellas ha influido enormemente, sobre todo entre los más jóvenes. Diferentes estudios realizados sobre el tema confirman que los niños y universitarios prefieren chatear o navegar en Internet en lugar de ver la televisión, oír la radio o leer la prensa. En un informe publicado este mismo año por Corporación Multimedia sobre La audiencia de la televisión en 2003 se destacaba que los jóvenes de 13 a 24 años pasan cada vez menos tiempo frente al televisor y por consiguiente la audiencia de la “caja tonta” envejece a marchas forzadas. En 2003, por ejemplo, los jóvenes consumieron un promedio de dos horas y media diarias de televisión, la cifra más baja desde 1993. Otro estudio, en esta ocasión realizado con universitarios, reflejaba la misma tendencia al constatar que son más de la mitad de los encuestados los que se conectan diariamente a Internet, mientras que sólo un 38 por ciento lee todos los días la prensa diaria y un 48 por ciento escucha la radio. En cuanto a los gustos se refiere, los jóvenes se decantan por el entretenimiento y los espacios de ficción en los medios y desechan los informativos y los escasos programas culturales que se emiten por televisión. Y las cifras son abrumadoras. Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, sólo un 6 por ciento de los jóvenes del Estado asegura estar interesado por los informativos y de actualidad, por el contrario la mayoría de ellos se interesan por el cine, los deportes y las teleseries.
Y para finalizar este recorrido por la convivencia de la familia con los medios hay que reservar una capítulo a los niños, y principalmente a la oferta que ponen los medios a su disposición. Solamente la televisión y el cine prestan una mayor atención en espacios exclusivamente destinados a la infancia, pero descuidan el resto de la parrilla con escenas y argumentos que en nada benefician la formación de este sector. En especial, los últimos años esta programación especial ha decrecido considerablemente y lleva camino de reducirse a la mínima expresión como ya sucediera en la radio. En el curso 2003 la programación infantil sólo ocupó el 8 por ciento del total de las emisiones de las cadenas generalistas.
La ausencia de espacios para los más pequeños no es óbice para que éstos no permanezcan durante largo tiempo pegados a la pequeña pantalla. Las cifras que más han sorprendido los últimos años han sido las que comparaban las horas que los niños pasaban viendo la televisión y las que realizaban otras actividades. El Consejo Audiovisual de Catalunya afirmaba en uno de sus últimos informes, el de 2004, que los niños pasan más horas frente a la tele que en el colegio. Los más pequeños de la casa están frente al televisor unas 990 horas cada año, frente a las 960 que permanecen en el colegio. Es decir, que cuando cumplen 15 años se han pasado 17 meses completos viendo la televisión. Pero, uno de los datos que más llamaba la atención resultó ser el que apuntaba que más de medio millón de niños, de entre 4 y 12 años, en todo el Estado ve la televisión la madrugada de los viernes y el mismo número lo hace hasta las 12 de la noche, de lunes a viernes.
El problema se agudiza cuando profundizamos en los contenidos que esos niños ven a través de la televisión. Según datos de un estudio de la Confederación de Consumidores y Usuarios hecho público en 2001, los niños ven a la semana más de 100 escenas sexistas dentro de la programación dedicada a ellos. Y hecha la medición en la programación infantil de un día concreto, un sábado por ejemplo, el 28 por ciento de lo visto fue violencia –unos 62 actos violentos- y apareció un arma de fuego cada quince minutos. Como afirma otro informe sobre el estudio de la violencia en los medios, un niño ve unas 20 mil muertes en la televisión entre los 5 y los 15 años.
Muchos de estos datos nos invitan a pensar que no existe hasta el momento una protección explícita de la familia por parte de muchos medios de comunicación, y mucho menos de la infancia. Medios que no ejercen su papel de instrumentos públicos al servicio de la sociedad. Medios que priman lo mercantil sobre los valores del desarrollo para una convivencia más humana. Pero también podemos concluir que no existe ninguna limitación por parte de los padres. El filósofo José Antonio Marina afirma que hoy existe un sistema de excusas por el que padres, profesores y la propia televisión se desprenden de toda responsabilidad en la educación de los hijos. Ha llegado el momento en el que cada uno asuma su parte y se comprometa directamente. Las familias, y en consecuencia toda la sociedad lo van a agradecer.
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