Isidro López (El Salto)
Si como sostienen los opinion makers globales, la guerra de Ucrania está ahora mismo en una fase de guerra comercial por intermedio de la guerra energética, desde luego Europa no está ganando la partida. Todo aquel capital productivo y todos aquellos activos financieros que parecían situar a Europa como una fuerza productiva competitiva en la globalización parecen haberse esfumado como por arte de magia. Europa hoy es, en términos macroeconómicos, casi únicamente, un aumento sostenido sin precedentes de los precios de la energía, dirigidos por los precios del gas al que se acoplan como pueden el resto de variables macro. Y en las últimas semanas, estas variables macro, no han dejado de mostrar una serie de síntomas agudos de crisis: contracción creciente de la demanda, nuevas rondas de endeudamiento público, caída sostenida de la moneda única frente al dólar, y por supuesto, inflación de dos dígitos con su consiguiente erosión de los salarios y el ingreso real, todo ello con origen en la formación de precios en los mercados energéticos liberalizados.
Alemania, corazón del modelo industrial de exportación sobre el que se construyó la moneda única, se cae como un castillo de naipes ante la subida de los precios de los inputs energéticos, sin que, perdida la batalla del capitalismo verde, haya cambio tecnológico alguno a la vista que le permita volver a recuperar las capacidades productivas rentables perdidas definitivamente en favor de China. En las sucesivas crisis de la Eurozona a partir de 2008, la posición continental aún dominante de Alemania pudo evitar una crisis del Euro propiamente dicha mediante su conocida estrategia de encajar los peores efectos de la crisis financiera global en una división continental del trabajo articulada sobre el eje cultural norte austero-sur despilfarrador que tuvo su máxima expresión disciplinaria en los tres tramos del rescate a Grecia.
Pero la nueva crisis de deuda pública europea no está llegando en esta ocasión por los exuberantes mercados inmobiliarios de los países del sur de Europa, sino por los mismos mercados energéticos, surtidos de gas ruso, que abastecen a la gran industria de exportación alemana. No va a existir […]
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