Se reproduce la reseña del último libro de Manuel Chaparro elaborada por Amaia Landaburu (Universidad de Málaga).
El libro comienza con un repaso histórico del desarrollo como paradigma, cuyo origen sitúa al término de la Segunda Guerra Mundial, y elabora una crítica hacia las teorías, autores y pensamientos interesados que han contribuido a imponer el discurso hegemónico desarrollista. Desde esta visión, argumenta que se trata de una maniobra estratégica creada por Occidente para “conquistar el mundo desde el control del comercio internacional” (p.25). Apunta que es una forma de perpetuar la colonización y construir un sistema de dependencia.
Este texto arroja luz sobre la falta de sentido de algunos términos utilizados en el modelo desarrollista como “Tercer Mundo”, “subdesarrollo”, y posteriormente agregando calificativos para que su aceptación perdure, “cambio social” o “desarrollo sostenible”. Desde este planteamiento, en un ejercicio de deslegitimación del binomio comunicación-desarrollo, el autor expone los intereses tras la asociación de ambos conceptos, cuya resignificación afirma “ha actuado como palanca impulsora de la inequidad mundial” (p.50).
En su lugar, el autor propone repensar para descolonizar nuestras mentes y redefinir los conceptos para recuperar sus significados. También plantea seguir la corriente marcada desde las aportaciones de América Latina y, posteriormente, Europa a la corriente crítica. Apoya estas ideas que demuestran la necesidad de una comunicación-participación-apropiación como fuerza para transformar y luchar contra las graves desigualdades creadas por este sistema en el que, afirma el libro, “no se afrontan las causas estructurales de la pobreza” (p.161).
La denuncia manifiesta a lo largo de esta obra gira en torno al papel propagandístico que los medios de masas han desempeñado al difundir el modelo desarrollista y de sociedad de consumo. La industria mediática se ha constituido en herramienta imprescindible al servicio del pensamiento único, para mantener la credibilidad de este enfoque que, sin embargo, ha creado una realidad de inequidad e injusticia incontestable.
Para exponer con claridad las consecuencias que la utilización interesada de la información para el desarrollo está teniendo en la realidad diaria de las personas, aporta evidencias de los males irreparables creados por el modelo económico neoliberal, alimentado, en palabras del autor, por “la avaricia occidental desarrollista” (p.230). Para ello, recuerda varios desastres provocados en los últimos años alrededor del mundo, entre otros: el tráfico del coltán y otras tierras raras en países en conflicto, las obsolescencia programada generadora de basura tecnológica, la especulación alimentaria, la explotación de las multinacionales en los países empobrecidos por una parte y la histeria colectiva que producen las rebajas por otra, la destrucción de los medios de vida de poblaciones agricultoras, el agua como recurso escaso frente a la desaparición de reservas acuíferas debido a la contaminación y el cambio climático.
Ante este panorama que esta obra desentraña a lo largo de 294 páginas y 14 capítulos, el autor no recae en un pesimismo paralizador. Más bien, nos plantea nuevas vías para cuestionar y reflexionar sobre estos modelos excluyentes que han eclipsado la sabiduría construida y compartida desde la diversidad de vivencias de la experiencia de la cultura y lo popular. Propone así recuperar la utopía como finalidad para construir “sociedades justas donde sus ciudadanos sean iguales, con los mismos derechos y obligaciones ante la vida” (p.259).
Los epígrafes “Oportunidades perdidas” y “Esperanzas recientes” se refieren a los muchos esfuerzos dirigidos a la democratización de los medios de información y a construir otros modelos diferentes al desarrollismo. De este modo, se muestra una continuidad a lo largo de las últimas décadas en la reivindicación de que la participación de la sociedad civil forme una parte esencial del proceso de comunicación. Esto se ha puesto en práctica en los movimientos sociales recientes y presentes, así como en numerosas iniciativas mediáticas puestas en marcha desde la ciudadanía.
Tal y como anuncia el título, este libro nos proporciona las claves para reivindicar nuevos imaginarios colectivos, con propuestas que abran vías hacia la construcción de una nueva conciencia común. Nos invita a formar parte del “proceso de descontaminación intelectual” (p.50). Nos abre los ojos ante la riqueza de la pluralidad de voces a las que escuchar, para poder así tomar conciencia del mundo que habitamos.
Refiriéndose a la colonización por Europa de otras civilizaciones, ¿quién descubrió a quién? Pregunta Manuel Chaparro en el prólogo, para provocar una transformación en la forma de contemplar el mundo desde otras perspectivas que recuerden algo esencial en el proceso de la comunicación: saber escuchar.
(Chaparro Escudero, Manuel. Claves para repensar los medios y el mundo que habitamos. La distopía del desarrollo. Bogotá: Ediciones desde abajo, 2015)
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