Entre el sol de poniente y el mar se dibuja esa línea imaginaria y aparentemente infinita entre la tierra y el cielo, el lugar en el que se juegan la vida todos los días miles de seres humanos que arriesgan sus deseos para proteger sus derechos. Nunca sabremos a ciencia cierta cuántos sucumbieron ni qué porcentaje de ellos fueron engañados o sobornados para poder montar en esa embarcación. Si damos rienda suelta a nuestra imaginación sólo podremos intuir qué palabras intercambiaron sus pasajeros en ese viaje hacia la nada. Ese “cascarón” flotante es la insignificancia hecha realidad en el océano de la desesperación. Pero también, la constatación de que nuestra tierra, a pesar de los pesares, sigue representando la utopía y el sueño de una vida mejor. Ese punto negro en el mar es un símbolo más de la complicidad asesina de un continente opulento, pero más del cinismo y la desidia de sus dirigentes.
La imagen se corresponde con un grupo de refugiados sirios que huyen de la guerra montados en un bote inflable sobrecargado y a la deriva tras apagarse su motor. La instantánea está capturada en el mar Egeo, entre Turquía y Grecia en algún momento de 2015. Gracias a Yannis Behrakis –autor de esta imagen– y de sus compañeros de la agencia Reuters nos asomamos cada día, a través de los medios de comunicación, a los episodios más dramáticos de la tragedia humanitaria que se vive a las puertas del viejo continente. Este equipo de fotógrafos de Reuters y la redacción de The New York Times han sido premiados este año con el Premio Pulitzer por la cobertura de la crisis de refugiados en Europa.
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