Este mes de agosto se cumplirán 28 años desde que el primer cayuco llegó a Fuerteventura con dos saharauis a bordo. Después de aquello, siguieron muchos más, y años después también se incrementó el tránsito hacia Europa de personas del continente africano a través de las fronteras de Ceuta y Melilla, del Estrecho y del resto del Mediterráneo. Aquel día de 1994 nadie se podía imaginar que el asunto de la migración iba a centralizar una parte importante de la agenda europea casi tres décadas después. Y la mayoría nunca hubiéramos querido pronosticar que este hecho habría ocasionado a día de hoy ya miles de muertos, en el mar y en la tierra
Los muros, las paredes, las fronteras, las vallas, las concertinas, los guardacostas… y los despliegues policiales y militares, terrestres y marítimos, que se han promovido por los diferentes gobiernos durante este tiempo sólo han generado muerte y un total desprecio de los derechos fundamentales. La mayoría de los que han perecido en circunstancias evitables, y en algunas ocasiones oscuras, han sido seres humanos que huían desesperadamente de las guerras o de la hambruna.
La última masacre propiciada por los mortales sistemas de seguridad impuestos por las autoridades españolas, en connivencia con las marroquíes, se produjo el pasado 23 de junio. Según fuentes de las ONG, pudieron morir más de 40 personas. Pero este es sólo el último episodio, hasta la fecha, de muchos otros que le precedieron. En estos hechos, las imágenes grabadas y difundidas no han hecho más que acrecentar la sensación de impunidad y salvajismo con el que se procede desde Europa y desde el Magreb.
Sólo cuatro años antes de la llegada del primer cayuco, en 1990, el Parlamento Europeo financiaba un film de la BBC dirigido por el británico David Weathley que tituló “La marcha” y que reproducía, entonces de manera casi premonitoria, el intento de miles de personas que partían desde el centro del continente africano de atravesar el estrecho para llegar a Europa. Aquel largometraje de ficción, muy parecido a la realidad que estamos viviendo hoy, no se distribuyó en las salas de cine. No era un proyecto comercial, y seguramente hoy tampoco lo sería. Ahora yo recomendaría rescatarlo de los videoclubs o de las plataformas independientes para enfrentarnos de frente con un tema que contraría las políticas de “seguridad” de muchos países.
Durante estos años, ha habido otras muchas expresiones creadas desde la cultura, la novela y el cine que han desenmascarado esta realidad. Sólo me quiero fijar en una más, la cinta “14 kilómetros” del cineasta andaluz Gerardo Olivares, que cuenta la historia de Buba, Mukela y Violeta que también quieren llegar a Europa, pero les separa esa distancia infranqueable de muros, vallas y vigilancia. Un trecho que se convierte en eterno porque está sembrado de odio y rencor por todas las esquinas.
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