José Antonio Pagola Elorza es conocido por ser un prestigioso teólogo y por haber ocupado una importante responsabilidad eclesial como vicario general de la Diócesis de Gipuzkoa, junto al obispo de San Sebastián, José María Setién, durante más de veinte años. Muchos se quedan con su obra más universal, Jesús, aproximación histórica (2007), traducida a más de una decena de lenguas y con la que se han difundido miles de ejemplares en todo el mundo. Pero, para mí, es sobre todo mi tío, con el que he recorrido algunos de los hitos más importantes de mi vida. El vínculo que tengo con él es muy hondo y así lo he querido constatar en el libro.
Hacía tiempo que rondaba por mi cabeza el proyecto de un libro que recogiera los principales episodios en la vida de José Antonio. En seguida me respondió de forma afirmativa a la propuesta. Se lo agradecí sinceramente. Para mí ha sido una satisfacción escuchar a mi tío lo que me iba contando en cada encuentro que manteníamos y un lujo que la gente que tanto le ha seguido pudiera también leerlo posteriormente en el libro. Algunas anécdotas ya se las había escuchado antes, otras me resultaban realmente novedosas. He disfrutado mucho con su narración.
El resultado final es una obra muy sencilla pero sentida (José Antonio Pagola. Un creyente apasionado por Jesús, PPC, 2022), sin ninguna pretensión mayor que la de reflejar, a través del diálogo que hemos mantenido, los momentos más importantes de su vida y de su pensamiento.
Como periodista de vocación, durante años he seguido, sufrido y disfrutado las andanzas y publicaciones de mi tío. José Antonio ha sido una persona pública que ha dado muchas veces de qué hablar y los medios de comunicación se han referido a él. Seguramente por su coherencia vital, claramente por sus hondas convicciones, pero principalmente por la manera de transmitirlas.
El relato argumental de su vida tiene una continuidad y un hilo que casi nunca se rompe. Parece que cada hecho, vivencia, o aprendizaje se aplica posteriormente; cada situación le permite casi automáticamente construir algo nuevo y transformador. Detrás de esa coherencia están los ingredientes esenciales que empapan su trayectoria: Jesús de Nazaret, el deseo de una Iglesia renovada y renovadora, las personas, la justicia…
La vida en su familia en Añorga es la cuna de lo que va a ser su paso por el Seminario, y a la vez está germinando su vocación. Pero las vivencias en Roma, en Jerusalén, o en Galilea están fortaleciendo su inquebrantable vinculación con Jesús y los deseos de una Iglesia tejida con los mimbres del Concilio, cuyo espíritu acaba de vivir en primera persona. Esos principios los logra transmitir a los seminaristas, a religiosas y religiosos, a laicas y laicos que les escuchan durante décadas.
Una vida al servicio de la gente y de la Iglesia, pero desde dentro de la Iglesia. Cristiano crítico e inconformista, busca la transformación real de la institución aplicando la esencia del evangelio. Cuando vuelve de Jerusalén y se instala definitivamente en su diócesis, cree que tiene una misión muy clara: renovar la Iglesia desde el espíritu del Concilio Vaticano II. Y por ello, aplica el principio de una Iglesia que pone en el centro a Jesús, que se pone al servicio de las personas, de su comunidad, y de su sociedad. La idea de “volver a Jesús” se ha plasmado en la última etapa de su obra, dando relevancia a recuperar su vida y su mensaje. En toda su trayectoria nunca se ha separado de este planteamiento, porque es el único que da sentido a su misión.
De José Antonio yo destacaría tres rasgos, y todos ellos grandes virtudes:
El primero, su admiración por la figura y el mensaje de Jesús. Pero va más allá. Yo hablaría más de pasión –lo dice el título del libro que él mismo eligió. La vida de mi tío, sus obras y sus escritos están inspirados de principio a fin en Jesús de Nazaret. Ha logrado llevar a todas las facetas de su vida esa vinculación con Jesús. Y eso lo ha conseguido trasladar de forma espléndida a todo lo que ha hecho. A sus responsabilidades dentro de la Iglesia, a la relación con las personas y a las obras que ha escrito.
El segundo rasgo, sobre todo, José Antonio es un humanista. Y no lo digo con el ánimo de quitar peso al primero de los rasgos, sino más bien con la intención de engrandecerlo. Porque también Jesús lo era, Jesús cree en el ser humano y es la mejor referencia y modelo para buscar, en el día a día un mundo de justicia y amor.
¿Cómo se puede plasmar este rasgo? Como lo ha hecho en muchas ocasiones José Antonio en los diversos proyectos en los que ha estado involucrado: priorizando a los más pobres, persiguiendo incansablemente la paz –en el libro hay un capítulo que lo corrobora ampliamente–, abriendo espacios de participación de la feligresía en la Iglesia…
Y el tercero de los rasgos, su enorme capacidad comunicadora. Las dotes, innatas y aprendidas para transmitir y llegar a la gente. Y esta virtud no es muy habitual en la Iglesia. José Antonio lo ha puesto en práctica allá donde ha estado, o en cualquier texto que ha escrito. Su capacidad de conectar con su público y sus lectores con un estilo sencillo y cercano. Las cristianas y cristianos requieren de testimonios que les ayuden a vivir y a convivir de forma más humana. Él siempre dice que lo primero que piensa cuando tiene que preparar una charla o un libro es en el público que va a escucharle o leerle.
Ha sido imposible recogerlo todo en el libro. Hemos intentado repasar los momentos claves, los que aportan un valor esencial a su vida. Ahora se puede afirmar que mi tío ha vivido de forma muy intensa y en ocasiones difícil, ha conocido a personas de gran interés personal y humano, y ha transitado por escenarios y circunstancias que le han valido el reconocimiento y el carisma con los que hoy cuenta.
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