
Manifestación en contra de la privatización de la sanidad en Madrid. Foto de dominio público (Flikr)
(Artículo publicado en Loyola Media)
Esmin Green era una mujer jamaicana de 49 años que vivía en el barrio neoyorkino de Brooklyn y que falleció el pasado 19 de junio en la sala de espera del Hospital Kings County sin que nadie hiciera nada por evitarlo. Unas imágenes grabadas por las cámaras de seguridad del centro son las únicas chivatas de la tragedia ya que los responsables del Hospital trataban de ocultar pruebas y negaban evidencias que se registraron en el vídeo. Aunque cuatro empleados de la unidad en la que falleció esta mujer fueron despedidos, este caso ha reabierto con fuerza el debate sobre la situación de los centros de salud estadounidenses, y en especial el de éste, calificado anteriormente como lugar de mugre, decadencia y peligro.
Este dramático suceso nos enfrenta de golpe y porrazo con un ejemplo más de agresión contra los más profundos valores de la dignidad humana. Las escenas no dejan indiferente a nadie y hacen rebrotar en cada uno de nosotros innumerables reflexiones sobre el valor de la vida, la escala de prioridades en las sociedades opulentas y el futuro de la raza humana. Habitualmente solemos rebajar la intensidad de aquellas muertes que se producen a miles de kilómetros de distancia, y sobre todo si se registran en masa. No es lo mismo el eco popular que tienen unas inundaciones en la India, en la que se han contabilizado más de mil muertes, que por ejemplo el desbordamiento de una regata en Bizkaia que ha arrastrado a un vehículo y ha ocasionado el fallecimiento inmediato de su ocupante.
Pero, el hecho de la mujer jamaicana se produce en el ombligo del desarrollo, a pocas manzanas de Wall Street, de los restaurantes y hoteles más caros del mundo y del lugar en el que miles de ciudadanos, varias veces al año, están dispuestos a esperar en largas colas durante horas en la calle para comprar el último modelo de Ipode o de videoconsola en el establecimiento más cool de todo el planeta.
Esas son las contradicciones perversas que tiene este mundo. Pero, el caso del hospital neoyorkino también reabre el melón de la situación de la sanidad pública estadounidense. En plena batalla electoral, en la que una mujer, con pasadas responsabilidades públicas en la gestión de la sanidad, puede convertirse en la vicepresidenta de ese país en pocos meses. Hechos como este nos recuerdan el desmantelamiento que ha sufrido lo público de los países ricos en las últimas décadas de vendaval neoliberal. La privatización de los servicios públicos y la dejación por parte de los gobiernos de sus responsabilidades en el mantenimiento de la protección universal de los ciudadanos ha derivado en casos como el que ahora contemplamos y en la proliferación de las bolsas de pobreza extrema.
Esta marea amenaza con llegar a Europa, y un claro ejemplo puede ser la Directiva de Retorno que se acaba de aprobar por los países de la UE. Pero a esa injusticia flagrante aprobada curiosamente a las puertas del verano nos dedicaremos en otra columna.
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