Sara Plaza (Pikara online Magazine)
Cuidadoras no profesionales reclaman que se fortalezca el sistema público para que las tareas con las personas en situación de dependencia sean una responsabilidad transversal, en una sociedad que ha duplicado la proporción de personas mayores de 80 años entre 2001 y 2020.
“¿Hemos nacido para cuidar o es la sociedad la que nos asigna este rol?”, pregunta la periodista. “Es la sociedad”, responden de manera rotunda y al unísono Ana, Candela, Luisa, Rosa y Aurora*. Son cinco mujeres cuidadoras, atienden a sus maridos con alzhéimer o con deterioro cognitivo, asean a sus madres sin movilidad o cambian los pañales de sus padres en situación de dependencia. Cada una tiene una historia particular pero muchas cosas en común. Entre ellas, que forman parte de un grupo de cuidadoras que se apoyan como pueden. Todas confiesan que ya no tienen vida. Y aseguran que nadie cuida a la que cuida.
Las cinco se han juntado en un aula de servicios sociales de un ayuntamiento de un municipio de Madrid, acompañadas de Estela, la trabajadora social que dinamiza el grupo y atiende a sus necesidades. Quieren contar sus historias para este reportaje. Sacarlas de la privacidad de su salón o de la oscuridad de sus interminables noches. Ponerlas en el centro para que se conozca lo que implica dedicar las 24 horas del día a cuidar a una persona en situación de dependencia. Y para que el feminismo también teorice sobre ello, igual que teoriza sobre la crianza.
“Mi marido depende completamente de mí. Tengo 67 años y mi marido 69 y llevo cuidándole desde 2015. Es un infierno, de día y de noche, en el que te tienes que buscar tú la vida como puedes, sin ninguna ayuda de las instituciones”, explica Ana, quien se acerca bien la grabadora para insistir en este punto: la hostilidad de la burocracia ante estas situaciones. “He pedido de todo, pero una cosa es que lo pidas y otra que te lo den. He estado toda mi vida trabajando […]
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