El periodismo no solo nos ayuda a construir una imagen del mundo en que vivimos. También nos permite formarnos una imagen de nosotros mismos en la sociedad, si nos vemos como meros espectadores o como actores con capacidad para cambiar las cosas. Para dibujar ambas figuras con precisión necesitamos recibir una visión completa, equilibrada y fiel del mundo, que incluya la descripción de los problemas y sus consecuencias pero también un relato riguroso y ético de las iniciativas que hay en marcha para tratar de solucionarlos. El periodismo puede esforzarse por investigar para encontrarlas y hacerlas visibles, verificar sus resultados y extraer aprendizajes valiosos que inspiren a otras personas, alumbren vínculos entre ellas y favorezcan la escucha paciente y la conversación social. Este es el propósito del periodismo constructivo.
Los llamados “posibilistas serios” como Hans Rosling o Steven Pinker, defienden con datos que nunca ha habido en el mundo menos pobreza, hambre o analfabetismo que en la actualidad, a pesar de que los periodistas hagamos pensar a los ciudadanos lo contrario. Achacan a los medios una inclinación cultural por el drama y el conflicto, y les reprochan que asuman que lo extraordinario tenga que ser necesariamente lo negativo. Al mismo tiempo, estudios en varios países muestran que los ciudadanos reclaman a los medios que cuenten lo que sí funciona bien en la sociedad y valoran las propuestas periodísticas que incluyen las soluciones a los desafíos de futuro: las personas pasan más tiempo en este tipo de noticias, se sienten mejor informadas, más interesadas en el tema que tratan, quieren leer más artículos del mismo autor, lo comparten más en su entorno y se sienten mejor.
Todo ello coincide con una corriente que se mueve en todo el mundo en favor de un periodismo más constructivo y orientado a las soluciones. Hay iniciativas en Estados Unidos, Argentina, India o Nigeria, y en países europeos como Reino Unido o Dinamarca. En España, he fundado el Instituto de Periodismo Constructivo, desde el que acompañamos a periodistas, directivos y organizaciones para reflexionar sobre el propósito de su trabajo, encontrar formas de contar el mundo de una manera más equilibrada y desarrollar proyectos con potencial transformador en las comunidades a las que sirven.
Este auge no parece casual. En momentos históricos como el que vivimos el liderazgo del periodismo se hace más necesario, y el equilibrio en el relato también. Ante el miedo paralizante y depresor la sociedad necesita esperanza. Y no me refiero a una esperanza sedante que edulcore la realidad, sino a una esperanza apoyada en los hechos, en datos, que muestre, inspire y aliente un cambio posible. Es preciso que convivan en paralelo formas complementarias de mirar la realidad y contar el mundo: una más enfocada a denunciar abusos, buscar culpables o controlar a los poderes, y otra más dedicada a explorar iniciativas esperanzadoras que plantean soluciones de futuro, a darles la visibilidad que merecen y a ayudar a los ciudadanos a involucrarse en la acción social. La combinación de ambas puede ser una poderosa brújula en el camino para intentar recuperar la confianza de los ciudadanos.
En las conversaciones que he mantenido en los últimos meses con periodistas, directivos de medios y profesores universitarios de España y América sobre el periodismo constructivo he percibido que hay todavía un camino por recorrer. Necesitamos explicar bien el valor de esta perspectiva, disponer de ejemplos claros y de estudios que avalen su efecto en los ciudadanos. Ya hay algunas iniciativas en estos países en medios nacionales, en diarios regionales y en publicaciones independientes que han nacido en los últimos años. A medio plazo, el siguiente paso será incorporar el periodismo constructivo a su estrategia editorial.
Para iniciar este tránsito propongo que incluyamos el periodismo constructivo en nuestras conversaciones sobre el futuro del sector. Que revisemos el papel de los medios como altavoz del odio y del miedo que destilan las manifestaciones de algunos políticos. Que superemos el pesimismo intelectual que aplicamos en muchos artículos de opinión, quizá porque pensamos que nos hace parecer más interesantes o inteligentes, menos ingenuos. Que desterremos el prejuicio de que las informaciones esperanzadoras son siempre poco críticas y sospechosas de ser un ejercicio de marketing. Y que asumamos que el periodismo de investigación y la denuncia no son la única forma de ser valiosos para la sociedad, que podemos ser críticos y constructivos al mismo tiempo.
Porque los problemas del periodismo no son solo económicos, de credibilidad o confianza. El periodismo sufre una profunda crisis de liderazgo. Tenemos la oportunidad de formar parte de un nuevo liderazgo colectivo basado en la cooperación, desempeñar un papel importante, avalado por nuestra capacidad para subirnos al balcón de la sociedad, desde donde contemplar la realidad con enorme perspectiva, y bajar a la calle para remangarnos, mezclarnos con nuestros vecinos, estar a su altura, entender la complejidad, integrar la diversidad y acompañarlos en la permanente construcción social. Los periodistas podemos elegir si actuamos como meros observadores del sistema o como agentes de cambio sobre el terreno, en una sociedad madura e informada en la que todos somos necesarios.
*Alfredo Casares es fundador y director del Instituto de Periodismo Constructivo, en España.
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