El trabajo de colaboración de los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales como Cáritas no ha obtenido los resultados esperados: en la década de los 80 del siglo pasado el informe sobre «Pobreza y Marginación» de Cáritas denuncisaba unos escandalosos 8 millones de pobres. El pasado mes de enero la Fundación FOESSA en su informe «Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España» denunciaba que tras la crisis en nuestro país hay 11 millones de personas en riesgo grave de exclusión social. Tanto los medios de comunicación como las organizaciones no gubernamentales, hemos trabajado mucho, pero los éxitos obtenidos son más relativos de lo deseado.
Juntos hemos conseguido que se hable de pobreza y que quienes la padecen tengan un hueco, discreto, en la vida de un sociedad que, a veces, avanza a mayor velocidad que nuestro trabajo y que ha convertido la información es un producto de consumo más, de manera que la pobreza no escapa a la vorágine de la oferta y la demanda, de convertirse en un producto informativo más con su correspondiente cuota de mercado y de pantalla sujeta a las mismas leyes, a la superficialidad. Sujeta también a la misma moda, a la misma tiranía: ahora hablamos de pobres, ahora no; ahora hablamos de la pobreza general, ahora de la pobreza con matices: infantil, familiar, habitacional, femenina, juvenil, energética, y sin darnos cuenta pasamos de los específico a lo ridículo. «¿Me puedes buscar una familia que no pueda pagar el butano?».
Y esta especificidad nos lleva inevitablemente a hablar de nuestro catálogo, el Catálogo de Pobres. Sobre esto solo unas palabras: no tenemos. No tenemos un catálogo de pobres y el mismo hecho de plantearlo nos lleva a una nueva dinámica de exclusión: solo me vale si no puede pagar el butano, o si tiene goteras, o si es mujer, o si tiene hijos, o si vive en un 5º sin ascensor y tiene 80 años, o si se le nota claramente que es pobre. Hace algunos años esta última era una demanda tan específica como la de no poder pagar el butano: «Se le tiene que notar que es pobre». Las tres «M»: mocos, manchas, moscas. Afortunadamente esto ha cambiado un poco.
Pero, ¿quién habla de quienes se quedan fuera del catálogo? De quienes no cumplen esos criterios, pero a quienes la pérdida del empleo, una avería en el coche o una visita inesperada al dentista, les acerca peligrosamente a la sima de la exclusión.
La insistencia exasperante por ambas partes ha dado sus frutos; y que gratificante cuando tras una negativa se reconoce una razón poderosa para darla, y el cambio surge, y nos volvemos a encontrar acompañándonos.
Uno de los cambios más notables, y al que hemos sido insistentemente empujados por los medios, ha sido el del uso de la imagen por nuestra parte, y que siempre esta vinculado a esa protección de las personas que acompañamos. Nos ha llevado un tiempo vencer nuestros temores y consolidar la confianza y después de algún que otro descalabro, por fin hemos acometido el tema, articulando nuestra propia respuesta en forma positiva y propositiva, digamos que mejorando nuestro servicio.
A esta dinámica de colaboración, entendimiento y confianza escapan las redes sociales, en las cuales las organizaciones y los medios de comunicación social también nos volcamos, pero que contribuyen tan eficazmente a generar ruido informativo, estimular el consumo de noticias, incrementar la presión sobre determinados temas y colectivos, y radicalizar posiciones y en las cuales la información acentúa su carácter efímero. Las redes, nacidas para el diálogo, son el espacio en el que vemos sin mirar y hablamos sin escuchar. Y sin embargo tienen un extraordinario poder de movilización.
No creo que tengamos que pedir a los medios que nos ayuden a sensibilizar, esa es tarea de las organizaciones. Creo que tenemos que pedir a los medios y a sus profesionales que nos ayuden a terminar con el miedo, arrojando luz sobre la realidad y no rindiéndose a diferentes intereses. No es cuestión de pedir sino de ofrecer.
Ofrecemos la oportunidad de trabajar juntos, cada uno desde su misión y su identidad, para contribuir a la reflexión desde la serenidad, a la verdad desde la exposición sosegada de los hechos, al cambio desde la denuncia de la injusticia y la necesidad de la justicia. Ofrecemos acompañamiento para descubrir esa belleza y mostrarla a los demás. Y ofrecemos acompañamiento mutuo para ser creadores de más y mejores oportunidades para quienes la necesitan y para estar donde más se nos necesita y cuando más falta hagamos.
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