Gustavo Ariel Schwartz (Arte, literatura y ciencia)
Durante esta cuarentena (que en realidad han sido más de cien días) he podido dedicarme a tareas que venía postergando desde hacía un buen tiempo. Una de estas tareas consistía en aprender a trabajar con el formalismo de redes complejas. Esta inmersión en el mundo de las redes complejas me ha permitido constatar matemáticamente algo a lo que intuitivamente le venia dando vueltas en mi cabeza desde hacía ya algún tiempo.
Cuando era joven (más joven ) solíamos reunirnos con amigos para celebrar cumpleaños, cenar o simplemente porque sí. En aquellas reuniones solíamos discutir de política (en un sentido amplio; en términos de una visión del mundo) y se armaban «broncas» descomunales debido a la heterogeneidad del grupo. Lo bueno de esas «broncas» era que te obligaban a buscar argumentaciones convincentes, a intercambiar opiniones contrapuestas y (aunque no lo admitieras públicamente) a replantearte tus propias ideas y convicciones. Era un ejercicio «sano» en el que todos acabábamos aprendiendo algo. Además, era socialmente incorrecto salirte del grupo o dejar de verte con uno u otra «sólo» porque nuestras opiniones políticas no coincidían. En más de una ocasión hubiera querido tener un «botón mágico» para silenciar a más de uno (o incluso para hacerlo desaparecer de mi vista); pero para bien y para mal […]
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