Hay una parte de la clase política que ignora a la mayoría de la ciudadanía porque no logra zafarse del corsé que le imponen sus siglas y se encierra en su burbuja al margen de la voz de la calle.
Hay una parte de la clase política que desprecia el diálogo para llegar a un entendimiento que desbloquee esta situación surrealista y que a la vez ayuda a prolongar sine die algunas de las injusticias más flagrantes.
Hay una parte de la clase política que manipula a la opinión pública porque emplea el marketing político para “mercadear” con un discurso que afirma preocuparse y trabajar para ella.
Hay una parte de la clase política que no está a la altura de la sociedad que la elige porque es incapaz de llegar a acuerdos como los que se adoptan entre personas y entidades de otros ámbitos, como el económico, el social o el cultural.
Hay una parte de la clase política que carece del sentido de liderazgo necesario para asumir su responsabilidad y emprender un proyecto transformador que permita olvidar los miedos del pasado y enfrentarse al futuro con otro carisma.
Hay una parte de la clase política que se muestra negligente para ejercer su desempeño con profesionalidad, mientras al resto de la ciudadanía se exige un elevado umbral de eficacia y rigor.
Hay una parte de la clase política que funciona bajo parámetros de inmoralidad cuando se aprovecha de su cota de poder para obtener un beneficio ilegítimo usurpado del bien común.
Hay una parte de la clase política que se ríe a carcajadas de los colectivos con mayor necesidad cuando antepone constantemente sus propios intereses a los del conjunto de la ciudadanía.
Hay una parte de la clase política que piensa que la política es un ruedo en el que lo más importante es el cultivo de las vanidades y de los egos personales, en detrimento de las preocupaciones por el interés común.
Hay una parte de la clase política que arrincona las demandas de interés social en la parte más baja de la agenda y ubica en los primeros puestos temas más frívolos y que no ahondan en los verdaderos problemas.
Hay una parte de la clase política que utiliza la crispación para enfrentar y soliviantar las emociones más negativas de la opinión pública, olvidando las metodologías más pedagógicas y serenas para el afrontamiento de conflictos.
Hay una parte de la clase política que considera la gestión de lo público un zoco en el que comerciar las preocupaciones de la sociedad a cambio del fortalecimiento del curriculum personal y un mejor posicionamiento del futuro profesional.
Hay una parte de la clase política que con su actitud contribuye a desprestigiar y diluir el valor de las instituciones democráticas (poder judicial, parlamento, gobierno…).
Hay una parte de la clase política que no es consciente de que un importante sector de la sociedad se está alejando de ella, y que ya no le reconoce como representante ni garante de sus demandas.
Hay una parte de la clase política que miente al afirmar que gobierna para el conjunto de la sociedad; primero, porque es imposible, y segundo, porque nunca lo quisieron así.
Hay una parte de la clase política que no infunde esperanza porque funciona a golpe de titular y carece de un proyecto a medio/largo plazo que pueda motivar y marcar un horizonte claro hacia el que poder avanzar.
Hay una parte de la clase política que…
Y así, ¿hasta cuándo?
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