Esta ya famosa imagen nos retrotrae al 10 de julio de 2014 en Alepo (Siria). Los niños aprovechan, a modo de piscina improvisada, el cráter ocasionado por una bomba para darse un baño en el vecindario de Al Shaar. Los contrastes en las guerras son frecuentes porque, para los que allí habitan y a pesar de todo, la vida debe seguir. La ciudad de Alepo vivió sin tregua durante meses un asedio que la ha destrozado física y moralmente para las próximas décadas. Sus calles, sembradas con montañas de escombros, son uno de los signos evidentes de que dentro de sus casas ya no queda casi nadie. Los rostros de sus últimos habitantes, niños y mayores, desprenden un semblante de estupefacción derrotada por una situación que nunca acabarán de encajar y que marcará sus vidas para siempre.
Hosam Katan es un joven de Alepo que ha fotografiado, grabado y compartido miles de estas instantáneas desde que se inició la guerra en 2011 pero que en el día de hoy estudia fotoperiodismo en la ciudad de Hanóver (Alemania). Entre medio una experiencia que ha transitado al borde de la muerte en varias ocasiones, que ha pasado por prisión y que ha emigrado como refugiado en uno de esos botes de la muerte que llega a las costas europeas. Durante algún tiempo trabajó en el Centro de Medios de Alepo acompañando a los fotógrafos de las grandes agencias internacionales a moverse por la ciudad. Con ellos aprendía las cuestiones más técnicas de la fotografía y comparaba todas las imágenes que obtenían con las que luego seleccionaban para la agencia. Finalmente, y asesinado uno de los fotoperiodistas de Reuters en Alepo y compañero, Katan le sustituyó de inmediato.
Este joven es una de esas personas criada y curtida en un conflicto, cargada de vocación y con un espíritu de superación que se puede poner como ejemplo de tesón y lucha personal para hacer real la utopía. Cuando un día de mayo de 2015 un francotirador le alcanzó con un tiro en el abdomen lo primero que hizo es agarrar su cámara y cobijarse pensando que podría pasar a engrosar las listas de los fotógrafos muertos en esa guerra. Tras la recuperación decidió huir de Siria como refugiado y una vez realizado el viaje en un barcaza camino de Grecia fue detenido y pasó una semana de prisión en prisión hasta que logró, tras muchos avatares, llegar a Alemania.
Ahora trata de reflexionar sobre todo lo que ha vivido él y su familia. Y para ello ha publicado un libro, “Yalla Habibi”, en el que narra las vidas de aquellos que han sufrido bajo el asedio y los bombardeos de la guerra en el este de Alepo. Hosam Katan siempre ha creído que su vocación y el sentido de su existir es el fotoperiodismo y la posibilidad de contar historias con su cámara. El artículo que New York Times le dedicó hace algún tiempo para relatar su experiencia reflejó nítidamente esta constante a través de la reflexión que él mismo se hizo en los momentos en los que estuvo a punto de morir: “No quería morir ahí (…), no le sirvo a mi cámara si yo muero”.
Deja una respuesta