La Comisión Europea propone que tanto la energía nuclear como el gas sean consideradas energías verdes, por lo menos hasta 2045. Decisión polémica que divide a los países de la Unión y cuyas dos posiciones lideran Francia -a favor- y Alemania -en contra-.
La energía nuclear no es una alternativa de producción energética frente al cambio climático. Crea residuos nucleares peligrosos para la salud y el medio ambiente que tardan cientos de años en degradarse, y los accidentes nucleares arruinan regiones vastísimas. La organización Greenpeace señala que «la energía nuclear es incompatible con un modelo energético sostenible: no es económicamente eficiente, ni socialmente justa, ni medioambientalmente sostenible».
Y añade la organización ecologista, «la energía nuclear está muy lejos de ser una alternativa limpia y sostenible: aunque produce menos CO2 que el petróleo o el carbón, los residuos nucleares son altamente contaminantes y dejan su huella durante cientos de años antes de degradarse. Y en caso de accidente, como el de Fukushima o el de Chernobil, destrozan por completo la salud, la habitabilidad y el ecosistema de áreas que sobrepasan con creces las localidades donde suceden. Accidentes así pueden volver a producirse y el coste social, ambiental y económico lo sufragan los ciudadanos y no la industria nuclear».
Por otra parte, la energía nuclear aporta únicamente el 4,5% de la energía primaria comercial mundial, el parque nuclear está envejecido y las nuevas construcciones sufren aumentos de los presupuestos previstos y retrasos en los prolongados plazos de construcción. Ni siquiera es una energía barata: la instalación y desmantelamiento de las centrales son muy caros, al igual que la obtención de una materia prima escasa (uranio o plutonio) y la gestión de los residuos.
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