Mientras el mundo observa estremecido las guerras que se libran a plena luz en Ucrania y en Palestina, hay muchas otras que se pierden en el horizonte del olvido. De vez en cuando, alguna ONG nos recuerda que existen conflictos olvidados, normalmente ocultos de las home de los digitales y de los scrolls infinitos de las redes sociales. Sirvan estas líneas para recordar uno de ellos y ponerlo en la palestra de lo trascendente.
Me refiero a la Guerra de Casamance, un conflicto armado iniciado en 1982 que se ha convertido en el más prolongado del continente africano. Se trata de un enfrentamiento de reivindicación nacional que enfrenta al independentista Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC) y al gobierno de Senegal. El conflicto ha causado ya más de cinco mil muertes y miles de desplazados en la región. Al parecer, los esfuerzos negociadores de los últimos tiempos con algunas de las facciones del grupo en Sant’Egidio pueden estar dando sus frutos y la paz se encuentra hoy más cerca.
Los guerrilleros de la imagen ilustran fidedignamente el paisaje de esta región del sur de Senegal. Mientras el norte del país acoge la progresiva transición desde el desierto hacia la sabana, el sur está poblado de vegetación tropical y supone la parte más rica. Ahí se encuentra Casamance. Cuando un conflicto se convierte en olvidado no existe. Desaparece y se pierde. Pero en el trasfondo de esta guerra escondida subsiste el conflicto por las materias primas, sobre todo la madera, en el intento de Senegal de luchar contra el tráfico ilegal.
Detrás de este enfrentamiento hay odio, discriminación, maltrato del país a los habitantes de esta región durante décadas, explotación de los recursos… Y por el otro lado, muerte, amenazas, armas y numerosos actos violentos que salpican el día a día de la región. Con las negociaciones que se iniciaron hace años se abrieron nuevas expectativas, pero el hilo es muy débil y puede romperse. Ojalá podamos contar pronto el retorno al camino de la paz.
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